Poesías
Entre sombra y mediatinta
Entre bancos y sillas, risas y sueños,
pasaban los tristes días,
sin darse cuenta que fue,
sin percibir el porqué,
y pasó del silencio a la espera,
que el pizarrón acariciara sus letras,
y los oídos escucharan el galope del alma.
El ahogo de su pecho,
pero él miraba el techo y ella sus ojos.
Se perdía en ellos,
soñando recorrer suelos, escucharlo era todo.
Volver a vivir, sentirse mujer, sólo con pensarlo.
¿Qué inmenso sería el vacío?
Pues soñaba con un mundo
que nunca sería suyo, y otra vez el murmullo
la traía del idilio, ese que creaba, soñando,
escuchando, ahogando las señales
que su cuerpo daba, aun cuando él,
él nada era eso, la ilusión del escape
de esa mujer derrotada, escondida,
tapada de sueños frustrados y derrota
que sólo veía luz en él.
Verlo a los ojos,
esos que invitaban sus demonios más ocultos
a salir de la tumba, para posarse en su alma,
a tocarlo en silencio,
para habitar en su pensamiento, sin pedir nada.
Sólo soñar el sueño, sólo volverlo a ver a él,
ese que ni siquiera se daba cuenta que ella existió.
E. G.
Extraño.
Extraño el roce de tu piel con la mía,
y también extraño la manera en que me besás.
Extraño el sonido de tu voz y tu mirada.
Extraño encontrarte al otro lado de la cama,
y tus besos, que apenas me despertaban.
Extraño tu silueta, y la forma en que te movés.
Extraño los días soleados y los días de lluvia también.
Te extraño a cada segundo y en cada suspiro, imploro por tu presencia.
Te extraño tanto que juraría verte entre la multitud aquel viernes.
Desesperada corrí. Adiós.
No eras vos.
Lourdes Benítez Pujol
Pensarte me duele.
Me haces doler el orgullo cada vez que necesito hablarte.
La ilusión, cuando no me contestás.
El corazón, cuando me ignorás.
Me duele pensar que no va a pasar.
Que estamos en diferentes renglones de este cuento.
Y que no estás dispuesto a unirte a mis líneas, ni esperarme en las tuyas.
Eso sí, duele.
Fernanda Retamar
Volver.
¿Cómo retornar a donde siempre has estado?
Revélame, oh Maga, si existe vida
tras tu invisible velo.
Revélame, oh Reina, el fin de tu sueño,
y concreta ya su terrible misterio.
Vuelve, ahora, a resonar
desde aquel monte infinito,
la vibrante melodía
de grilletes abiertos.
Con gesto cómplice
levanto el rostro amigo,
quien con gratitud se sonríe,
y desaparece en el viento.
Maga.
Llueve
De los miembros ateridos por la lluvia
se rescata a saber, la preposición:
antecede la dicha al agua y lavará
ésta, la olvidada calle, la tierna memoria.
El despegado embrujo de una comisura
que se curva y se dibuja y a veces
se me olvida.
De todo lo demás, otro lo dijo antes
que es pasado y ocurrió, que no volverá
que siempre el tiempo fue otro
para que sea siempre, para que sea algo
para que sea después de la lluvia
y se desnude como si fuese pájaro
como si fuese sal, penumbra.
Los que comimos la palabra
educadamente aprehendemos
el nosotros.
Y dejamos por ahí, por cualquier lado
el papel de tu nombre borroneado
entre otros.
Cristian Verón.
Llegada
Escuché el roce de los pliegues
en la bifurcación nebular de un cielo sin refugio.
Un eco difuso del espejo roto corrió su velo
para enternecer un diciembre tardío.
Disolví el filo de los aullidos de otro tiempo,
despejé su vista turbia poblada de vacío,
vacío inerme camuflado de palabras,
palabras que percibieron un horizonte virgen.
Fundé un universo para el cataclismo de sus manos,
emigré al microabismo crepuscular de su mirada.
Híbrida corporeidad del instante
sonrojado y ansioso, piel de una eterna calma.
Entonces,
en el vaivén de la mitad de la existencia
anocheció bajo el amparo de mi abrazo.
El espacio descubrió el murmullo del suspiro,
memoria de otro tiempo,
aire de otra vida,
anclaje perpetuo del recuerdo de las almas.
Mirta Mabel Brito.
Sucédeme
Sucédeme
que no tiene fulgores el sol si no andas,
que se cae de las cimas y muere la mañana.
Sucédeme
que muere virgen mi alma
si tus ojos no atraviesan la mirada.
Sucédeme
como risa perenne sobre las piedras
serpentear de luceros diurnos sobre las aguas…
Sucédeme
que si no transitas cerca de mí
en mi vida ya no pasa nada.
Sucédeme.
Mariano Raúl Dorola.
Ensueños
¿Qué es un sueño? ¿Es una realidad que nunca existió?
¿O es un deseo que lucha por salir del fondo
del corazón?
¿Qué es la realidad? ¿Es estar despierto, ver y
sentir lo tangible de este universo?
¿Qué eres tú?... Sí, te puedo ver, pero no te
puedo tocar… Sí, te puedo desear, pero no
sentir…
¿Qué eres tú? Sí, te paseas frente a mí con esa
onírica belleza y mi corazón late al ritmo de
tus caderas, casi palpando los sonidos…
¿Qué eres tú? Eres el más real de mis deseos
o simplemente… Un sueño perdido…
Valdemar.
Cuatro poemas breves de Marcelo Vertua
1
Mientras los campos de batalla
del touch & go
se llenan de heridos
te preguntás si la intimidad es un deporte
y si ese deporte se juega
escondiendo los moretones
del cuerpo a cuerpo.
En el fragor del despecho
ensayás la retirada
pero en el espejo retrovisor
no hay mapas ni pistas
sólo el blíster de tu cabeza deshecha
y teorías trasnochadas
de cómo llegaste hasta ahí.
Y alrededor los corazones galopan
y los muros son lamentos
y las canciones knoquean,
y el modo avión no es volar
y la familia juzga,
y el invierno corroe
y el reloj traiciona
y aunque sabés que todo se va
es como si nunca terminara de irse.
2
A veces me parece que soñar
es escribir encima de lo vivido.
A veces me parece que vivir
es borrar algo nunca escrito.
A veces, para sobrevivir,
mato las cosas que sueño.
3
El que se enoja
pierde.
El que se lo toma en serio
pierde.
El que pierde
pierde.
Y el que cree que gana
también pierde.
4
A veces,
a la hora del sol
voy a la plaza,
me siento en el pasto
y escribo en un cuaderno:
números, fechas,
nombres que dejé de pronunciar.
A veces, cuando los árboles
se desperezan
canto el tema de un grupo
que ya no existe.
A veces, en lugar de cantar,
lo murmuro,
deseando que nadie,
ni siquiera yo,
pueda escucharlo.
Poemas inéditos de su próximo libro Técnicas para abrazar el insomnio.